70 años después, reescribir la declaración Schuman a la luz de nuestro tiempo

, de Théo Boucart, Traducido por Lorène Weber

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70 años después, reescribir la declaración Schuman a la luz de nuestro tiempo
Foto : Théo Boucart - Le Taurillon

¿Cuál sería la declaración Schuman si fuera pronunciada por un ciudadano comprometido, frente a una asamblea ciudadana, activistas climáticos y federalistas europeos y mundiales (haciendo abstracción, por supuesto, del confinamiento que prohíbe las agrupaciones)?

Nosotros, ciudadanos europeos federalistas, aprovechamos este 9 de mayo de 2020 para rendir homenaje a la construcción europea, proyecto federador por la unidad de nuestro continente, mientras exigimos a los responsables políticos europeos y mundiales responder de manera coordinada a la amenaza más grande que tiene que afrontar la humanidad a corto, medio y largo plazo: el cambio climático.

Como Robert Schuman dijo, hace 70 años en esta misma fecha, “la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.”

Desde el día de su declaración, el 9 de mayo de 1950, un espíritu de unidad y de solidaridad une nuestras sociedades. Hemos hecho la Comunidad del Carbón y del Acero, el mercado común, la Comunidad Europea y la Unión Europea. Nuestra comunidad no ha dejado de crecer; desde seis miembros en 1957, hemos pasado a 27 en 2020, esperando, quizás, que otros se unan a nosotros.

Pensando en todo lo que hemos hecho juntos, no puedo evitar pensar en lo que era Europa en los años 1930 y sobre todo en 1945, dividida y herida por la expresión exacerbada de un nacionalismo aún más absurdo que el odio era en contra de hermanos europeos, compartiendo la misma historia multisecular.

Como lo escribía Schuman, «Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas». El reagrupamiento de las naciones europeas exigió que la oposición secular entre Francia y Alemania fuera eliminada, y fue eliminada. Fue sobre esa base que pudimos construir Europa. Una Europa unida, que debe afirmarse en la escena internacional.

Porque ahora, Europa y el mundo enfrentan desafíos muy diferentes a los de 1950. La paz en Europa está garantizada gracias a un mercado único que ha hecho la guerra “materialmente imposible”. La emergencia de una democracia Europa, vía el Parlamento Europeo, ha hecho el espíritu marcial completamente anacrónico. Sin embargo, una amenaza igualmente existencial que la guerra y el nacionalismo planea en la sombra, consumiendo lenta pero decididamente nuestras condiciones de vida comunes: el calentamiento global.

Nosotros, federalistas europeos, pensamos que el principio de subsidiariedad – conforme al cual la resolución de un problema se hace al nivel de gobernanza más apropiado, ya sea local, nacional, europeo o mundial – debe guiar la respuesta a cualquier desafío societal. Además, pensamos que los ciudadanos y la sociedad civil deben tener derecho a expresarse en la elaboración de las políticas públicas, da igual el nivel de gobernanza concernido.

El cambio climático es la amenaza típicamente transnacional y transcontinental, aunque sus consecuencias se sentirán especialmente en los países pobres, donde los ciudadanos serán las primeras víctimas. Las inundaciones, las sequías, los tornados, la subida del nivel de los océanos no conocen fronteras. Ya sea en Paris, Atenas, Helsinki, Nueva York, Kinshasa o las islas Vanuatu, somos todos vulnerables frente a la alteración del clima. Es porque pensamos que es fundamental que esta meta sea tratada a la vez al nivel europeo, pero también y sobre todo, al nivel mundial, mientras reflexionamos sobre las implicaciones locales de estos trastornos.

La arquitectura que la ONU ha implementado progresivamente desde el fin de los años 1980 y el principio de los años 1990 es la única estrategia mundial para responder al problema climático. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992 es el texto en el que se basan la organización de las COP, el Protocolo de Kioto de 1997 o el Acuerdo de Paris de 2015.

La arquitectura climática mundial se ha construido luego sobre la voluntad de los gobiernos, en un espíritu “westfaliano” de las relaciones internacionales, enviando delegados para negociar los diferentes acuerdos que se dicen “vinculantes”, pero que no modifican para nada el sacrosanto principio de la soberanía (cuando un país no quiere perder aunque solo una pequeña parte de su soberanía, sale de sus compromisos, como los Estados Unidos para el Acuerdo de Paris o el Canadá para el Acuerdo de Kioto).

El abismo entre los medios financieros y políticos considerables a disposición y la indigencia de los resultados concretos (el clima continúa desestabilizándose, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera sigue creciendo) subraya la necesidad de cambiar la manera de proceder, en beneficio de todos los ciudadanos. Además, la sociedad civil mundial tiene muy poco acceso a las decisiones tomadas durante las sesiones de negociación de las COP. Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) son también teñidos de intergubernamentalismo y no son suficientemente accesibles a los ciudadanos del planeta.

Es por eso que nosotros, ciudadanos europeos y federalistas, queremos proponer dos medidas concretas para tratar de reorientar la manera en que las políticas climáticas son discutidas al nivel internacional. En primer lugar, es necesario conceder a los ciudadanos del planeta, vía diferentes organizaciones de la sociedad civil, un papel mucho más importante durante la elaboración de las declaraciones y de los acuerdos negociados durante las COP. Los efectos del cambio climático afectarán tanto a los ciudadanos como a las estructuras estatales, y un debate democrático al nivel mundial, incluyendo el conjunto de los actores estatales y ciudadanos, así como todas las organizaciones internacionales, debe ocurrir sin más demora.

La segunda propuesta concierne a los informes del IPCC, verdadera “Biblia” del conocimiento de las ciencias del clima, cuyo primer informe publicado en 1990 precipitó la organización de la Cumbre de Rio de Janeiro en 1992 y la ratificación de la Convención Clima. Es indispensable que el IPCC, organismo a la vez científico y político (el intergubernamentalismo es la regla) haga más espacio en sus informes a la dimensión ciudadana y democrática del cambio climático, especialmente dedicando un informe especial específico a la adaptación de las sociedades y de la democracia al cambio climático. Este enfoque del cambio climático, más basado en las ciencias humanas, subrayará tanto la vulnerabilidad de todos como todas las implicaciones locales de un problema que es a menudo percibido como lejano.

Luego apelamos a la Unión Europea a implementar plenamente su “Pacto europeo por el clima”, en el marco de su Pacto Verde, así como a utilizar su diplomacia climática para sostener un papel incrementado de la sociedad civil mundial en las instancias de la ONU que hemos mencionadas.

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