El legado de Europa

obra de Stefan Zweig

, de Miguel G. Barea

El legado de Europa

Reseña de la obra El legado de Europa, de Stefan Zweig (Editorial Acantilado), una recopilación de ensayos en los que el autor repasa la vida y obra de varios de sus referentes morales e intelectuales.

Pocas personas tienen la capacidad, que no siempre suerte, de adelantarse a su época, sobrepasando las fronteras políticas y culturales que le son propias. Stefan Zweig fue una de ellas. De padres judíos (con ancestros italianos por parte materna) y súbdito del Imperio Austro-Húngaro por nacimiento, adoptó la nacionalidad austriaca tras la Primera Guerra Mundial y la británica en 1938, por el enorme riesgo implícito en el auge del nacionalsocialismo. Mas por encima de todo, Zweig fue un escritor europeo, autor de una prolífica obra que entraña tanta diversidad y riqueza como sus orígenes. En El legado de Europa lo demuestra, ofreciéndonos un retrato literario de sus referentes personales.

Fiel a su estilo sutil pero revelador, poético pero nada artificiso, Zweig nos irá descubriendo detalles del alma y de la biografía de ilustres personalidades europeas de todos los tiempos, cuidadosamente seleccionadas. Su recorrido comienza por Michel de Montaigne, el padre de los ensayos y del pensamiento crítico, un referente intelectual y personal como bien deja leer entre líneas. También se aproxima, entre otros, a Jean Jaurès, el enérgico y vitalista líder de los socialistas franceses, terriblemente asesinado; al escritor idealista Romain Rolland, cuyos valores sólidos traspasaban el papel; al taciturno Jens Peter Jacobsen, malabarista de la palabra y el silencio y fundador de la escuela literaria danesa; o a Joseph Roth, periodista y novelista judío, uno de tantos intelectuales víctimas de la barbarie nazi. Retratos puramente subjetivos, y gracias a ello, especialmente poderosos.

La obra concluye con tres ensayos personales, La tragedia de la falta de memoria, un alegato contra el militarismo de su época; ¿Es justa la historia? en la que cuestiona los abusos de la autoridad a lo largo del tiempo y La Torre de Babel en la que defiende que el contacto y el intercambio entre distintas culturas y civilizaciones no constituye sino el auténtico motor del progreso humano.

Sin más pretensión que expresarse para hacernos reflexionar, el autor nos ofrece una obra en forma de colección de retazos, aparentemente inconexos, aunque articulados en torno a grandes ideas y principios nada desdeñosos como la tolerancia, el pacifismo, el respeto al otro o la defensa de la cultura y civilización comunes. Toda una metáfora de Europa. No obstante, en un ejercicio de coherencia, Zweig defiende su causa rehuyendo del dogmatismo y el sectarismo político, expresándose como mejor supo hacer en vida: a través de la Literatura.

Stefan Zweig invirtió buena parte de su carrera combatiendo a los distintos fantasmas que sobrevolaban la Europa de Entreguerras, tales como el expansionismo militar, los nacionalismos excluyentes, la intransigencia para con las minorías o el desprecio hacia nuestro común legado artístico y cultural. Cuando el monstruo del III Reich, liderado por su compatriota Adolf Hitler, ensalzó como virtudes tales defectos, la vida del autor comenzó a apagarse. Tras partir hacia el exilio y continuar su carrera como conferenciante un breve periodo de tiempo, se acabó suicidando junto a su esposa en la ciudad brasileña de Pérsepolis, temerosos de un nazismo que entonces parecía irreversible.

A nadie debemos estar más agradecidos que a quienes, en un época tan inhumana como la nuestra, refuerzan lo que hay de humano en nosotros, a quienes nos exhortan a no malbaratar lo singular e inalienable que poseemos, nuestro “yo” más íntimo. Pues sólo quien se mantiene libre frente a todo y frente a todos aumenta y preserva la libertad del mundo, había dejado escrito poco antes de quitarse la vida, a modo de epílogo. Un epitafio que bien podría resumir todo este libro.

En las décadas posteriores la obra de Zweig cayó en el olvido, si bien en la actualidad parece haber recuperado parte del prestigio que ostentó durante los años veinte del siglo pasado. Hace relativamente poco, la editorial Acantilado decidió recuperarla y traducirla al castellano, tarea que nunca podremos terminar de agradecer. Y más ahora, en estos tiempos de crisis y desconfianza, en los que la sólida Europa, al igual que en la época del autor, da señales de resquebrajarse mientras resucitan los viejos fantasmas que parecían olvidados. Mas con lecturas como ésta siempre estaremos a tiempo de corregir la deriva pesimista del continente y rescatar su esencia. Tal y como Stefan Zweig hubiera deseado.

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