El profesor Vallés, en su Manual de Ciencia Política: una introducción, ese libro que todos los politólogos en potencia compran su primera semana en la universidad, describe la confederación, no la considera una modalidad o tipo de estado, consiste en una agrupación de estados que existen previamente y que deciden por voluntad propia de forma mancomunada sobre un ámbito más o menos de acción política, como los son las relaciones exteriores, defensa, moneda y régimen de aduanas.
Cualquier decisión debe tomarse en la fiel conformidad de todos los estados miembros de la confederación, si no se presenta unanimidad la decisión no es promulgada. El órgano de gobierno suele denominarse Consejo, reuniendo a representantes de cada estado. Esto ha provocado, que la toma de decisiones no sea un camino fácil, y consecuentemente las confederaciones se presentan como poco estables y dadas a la desintegración, o por el contrario a una mayor integración. Quienes defendemos que la Unión Europea cuenta con un modelo único y que no responde a ningún otro lo demostramos, al comprobar que los Estados no se tratan de igual a igual, y que se está llevando a cabo un modelo de representación poblacional. Al hablar de qué ha ocurrido con las confederaciones hablaremos de tres ejemplos: dos que se han resuelto con lo que consideramos un éxito, es decir, con una federación, y uno que ha resultado con la disgregación y prácticamente una relación de odio entre los integrantes.
Las trece colonias norteamericanas al declarar su independencia de la metrópoli inglesa, no se constituyeron en la federación de los Estados Unidos, pasaron antes por la Confederación. No fue hasta 1778 hasta que se redactó la Constitución en la que se establecía la Federación.
El país europeo neutro por excelencia, Suiza sigue hoy en día conservando la denominación de Confederación Helvética, aunque desde 1848 es un Estado Federal. El caso fallido, el de la Confederación que se formó tras la disolución de la URSS, ha dado como resultado un duro enfrentamiento entre los países que la conformaban. Sobre todo con respecto a la alineación de países pro-rusos frente al resto europeísta. Estuvieron sometidos a un control férreo de Rusia, una opresión tácita al deseo de Moscú, como es el caso de Bielorrusia.
Cuando hablamos del futuro de Europa debemos pensar en la futura ampliación de la misma, dentro de muy poco seremos la Europa de los 30. Esto aportará todavía más diversidad al proyecto de la ciudadanía, pero ¿podrán formar estos estados tan diferentes la política común de la esfera pública? ¿Serán capaces de desarrollar el sentimiento de ser europeo a costa de perder su identidad? ¿Compartirán estos europeos los mismos valores e intereses? ¿Será esta la unión capaz de vencer el poder de los mercados?
Con la tesis de Morín sobre lo que se considera como punto de llegada en la construcción europea a un momento de “comunidad de destino”. En ese ideal encontraríamos el fermento y el cimiento, si no de una unión europea, al menos de una unidad meta-nacional, no solo confederal, sino incluso federal, que tendría a su identidad, su unidad, su querer vivir a pesar y a causa de todas las identidades étnicas y nacionales que contuviera.
Pero el reto aún no cubierto de la construcción europea apunta justamente a “superar la vieja idea herediana del Estado-nación como la más alta expresión de la vida nacional”. El universalismo democrático se conjuga con los parámetros de una identidad posnacional, en el sentido de adhesión voluntaria y autónoma a un proyecto político de signo pluralista. Un universalismo democrático haría entonces viable la idea de un gran público.
Podría ser una sociedad cívica pero sería una sociedad de ciudadanos que se cohesiona por la defensa de sus interés y que por lo tanto en la práctica de la valores es donde se identifican, El Estado de derecho o Estado de libertades y la democracia son los valores que se defienden en la práctica como compromiso moral.
Tenemos que ser conscientes de que no se busca ni mucho menos la unión de Europa, y que los dirigentes más europeístas estarían bien dados por satisfechos si se consolida la federación, nunca se ha tenido la pretensión de unificar a Europa en un solo Estado. Por lo que Europa, construye su propio patrón.
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