Si lo comparamos con una gripe, incluso esta última se propaga y hace menos daño que el odio y el rechazo que promueven ciertas políticas que desgraciadamente están volviendo con más fuerza al viejo mundo.
La II Guerra mundial marcó un antes y un después en la forma de hacer política en las naciones que conviven en el continente Europeo, una guerra que como todos sabemos, fue un período donde la crueldad humana superó por completo la Gran Guerra y fue un punto de inflexión para el mundo entero. ¿Acaso no hemos aprendido todavía que del odio nacen las guerras? Y todos sabemos que las guerras tienen un coste, y no me refiero precisamente a lo económico, sino a una vidande una persona. Desgraciadamente estamos viviendo un “resurgir”, por llamarlo de alguna manera, de las viejas costumbres que muchas personas daban por perdida, pero a muchos se les llena la boca de babas cuando en sus discursos ponen a su país por encima del vecino, humillan a los inmigrantes e intentan apelar a su “gran pasado” dentro de un contexto histórico glorioso que intentan colar en su discurso político, pero hay más cosas que vemos y oímos en las noticias, en los periódicos o con nuestros propios ojos. Una pequeña parte de este “resurgir”, es por la inmigración ilegal que día tras día llega a las costas europeas. Pero me gustaría recordarles, que muchas de las personas que vienen de África o de Oriente es porque están huyendo de guerras que curiosamente occidente está implicada de alguna manera en ella. Y con respecto a la inmigración, me gustaría citar una frase que hace poco leí en internet: “Todos somos extranjeros en alguna parte del mundo”. ¿De verdad queremos un mundo libre? Pienso y confío en las nuevas generaciones sigan luchando para no perder la libertad que tanto ha costado conseguir. Y a luchar no me refiero a sacar las armas como antaño, porque en pleno siglo XXI tenemos un arma más efectiva, y esa es la papeleta con nuestro voto.
De los muchos privilegios que tenemos en occidente, de momento, uno de ellos es votar con plena libertad y sin que nadie sepa lo que escribes en esa papeleta que llena las urnas de nuestras democracias. Urnas que cada vez van adelgazando por el desinterés o por la pérdida de confianza de los políticos. Democracias europeas que en cada elección general hacen tambalear las bases de lo que supuestamente ya se ha consolidado, porque el ciudadno tiende a los discursos fáciles que incitan al odio. Con esto no quiero criticar al elector, ya que todos tenemos la libertad de votar a quien decidamos, ya sea a un conservador, a un socialdemócrata, a un comunista o a un nacionalista. Durante las últimas elecciones en España, concretamente en Andalucía, se vió completamente el desgaste de la política a la que llamamos “moderada” que independientemente de su ideología no incita al odio. Cada vez que veo el Congreso de los Diputados, veo como la democracia que tanto costó construir se va pudriendo con insultos y ataques personales. No se como será en el resto de parlamentos de países europeos, pero en el Congreso de España cada vez veo más odio, más ataques personales, discursos que van a lo fácil.Y cada vez veo menos consenso, menos respeto. Y este odio que se vive aquí y en el resto de Europa va más allá de ideologías y de política, es algo que debemos solucionar como humanos porque nadie es mejor que nadie, ni es superior a nadie por vivir encima de una línea imaginaria que separa a un país de otro o a una cultura de otra.
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