Y ¿por qué surgen? Por el ansia de controlar al otro, por la idea de dominación política y económica. Conflicto entre naciones que quisieron construir imperios, naciones que se resistieron y naciones que perecieron.
Esta pretensión de dominación no es nueva en la historia, ni mucho menos, pero la Europa del final de la II Guerra Mundial (1945) no podía permitirse repetir la historia una vez más y, yo añadiría, que el resto del mundo, tampoco podía permitirse semejante esperpento. La Europa de los avances, la Europa de la supremacía política, la Europa como autoridad moral yacía derrotada ante los escombros.
Por ello, el futuro debía ser otro. Las relaciones entre los Estados debían ser otras… Así, en 1950 se produce uno de los actos más relevantes que dictarán el devenir europeo: los representantes de 6 países salientes del conflicto bélico, Francia, Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos, Italia y Alemania Occidental, firman un acuerdo. El acuerdo en cuestión es el célebre Tratado de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la CECA.
En este Tratado ya no se habla, por tanto, de vencedores ni de vencidos, como en el caso del Tratado de Versalles tras la I Guerra Mundial (en el que los aliados impusieron grandes compensaciones a Alemania y que desembocó en la II Guerra Mundial), sino que se habla de convivencia.
En el mismo Tratado podemos leer “RESUELTOS a sustituir las rivalidades seculares por una fusión de sus intereses esenciales, a poner, mediante la creación de una comunidad económica, los primeros cimientos de una comunidad más amolla y profunda entre pueblos tanto tiempo enfrentados por divisiones sangrientas, y a sentar las bases de instituciones capaces de orientar hacia un destino en adelante compartido”.
Desde este momento comienza esta aventura europea. En este proceso habrá momentos de grandes avances y momentos de retroceso, pero la idea de la Europa en paz siempre estará vigente en el fondo de las decisiones que se tomen a partir de este momento.
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